Si antes de ir a Australia me decían que iba a terminar trabajando en una isla paradisíaca en la Gran Barrera de Coral, a la que iba a llegar cada día después de un increíble viaje en ferry de una hora, alojándome en un hotel espectacular gratis, con un balcón enorme con vista al mar, con desayuno, almuerzo y cena buffet incluido, regando palmeras en la playa, plantando plantitas y cesped y ayudando con las tareas de paisajismo en uno de los hoteles más exclusivos del país, y que, además, me iban a pagar 25 AUD la hora por eso, no me lo hubiese creído ni de broma.
Para entender cómo empezó todo esto, podés hacer click acá y leer la primera parte de esta locura.

Después de trabajar una semana limpiando Hayman Island, la diversión se acabó, porque el Resort abría oficialmente sus puertas, por lo que los cleaners íbamos a tener que trabajar en el turno noche, y a mí no me hacía ninguna gracia.
Así que con Laura, mi amiga finlandesa, estábamos pensando en buscar otra cosa.
Unos días atrás cuando estábamos en el ferry yendo a la isla, un hombre se nos acercó a charlar. Su nombre era Gary. Nos contó que era dueño de una empresa de Landscaping (paisajismo) y que también trabajaba en la isla. Nos dijo que había visto cómo trabajábamos las dos y que nos quería contratar para que trabajemos para él. Nos iba a pagar mucho más y las tareas iban a ser más sencillas que la empresa de cleaning. Además, nos aseguró que nos iba a pagar la White Card que teníamos que sacar para trabajar en construcción, y según él, nos íbamos a hospedar en un hotel mucho más lindo del que estábamos.
Todo sonaba demasiado bueno para ser verdad, sumado a que no entendíamos mucho el acento australianísimo del hombre , así que apenas nos bajamos del ferry nos pusimos a conectar puntos con Laura para ver si las dos habíamos entendido lo mismo y no nos habíamos perdido en la traducción, pero efectivamente las dos habíamos entendido que el tipo nos estaba ofreciendo trabajo.
Igualmente no le dimos mucha importancia ya que estábamos trabajando como cleaners y estábamos conformes con eso. No sabíamos si lo otro era “puro blabla”.
Justo el día que estábamos pensando empezar a buscar otra cosa, porque el trabajo de cleaner se estaba poniendo más complicado, dio la casualidad que en el ferry de vuelta a Airlie Beach, nos sentamos al lado de este hombre, Gary.
Nos empezó a contar de su empresa, promocionándola, diciendo que quería mujeres porque nosotros éramos más detallistas, y eso es importante en paisajismo. Además, nos dijo que nos pagaría el viaje en ferry. Es decir, el viaje en ferry de por sí ya era gratis porque éramos staff del Hotel, pero él nos pagaría las horas que “perdíamos” en el ferry como horas trabajadas, por lo que, en vez de pagarnos 8 horas, nos pagaba 10.
Con Laura no tuvimos que pensarlo demasiado. Las condiciones eran INCLUSO mejores que en nuestro trabajo de cleaners, así que después de escuchar todas las maravillas que Gary contaba, le dijimos que sí, que queríamos trabajar para él.
Al día siguiente, nos tomamos el día libre y nos quedamos en Airlie Beach. Estaba tomando sol en la piscina pública del pueblito. De repente suena mi teléfono: Gary me estaba llamando. Fue una situación súper patética porque NO LE ENTENDÍ ABSOLUTAMENTE NADA DE LO QUE ME DIJO!! Maldito acento de pueblerino australiano!!! Yo hablo inglés, me re defiendo, pero esto era too much!
El hombre nos estaba llamando para concretar el empleo y yo no le había entendido nada, solamente “que me iba a llamar después”.
Me daba vergüenza contarle a Laura lo que había pasado, pero al final nos matábamos de risa de la situación.
La tan temida llamada volvió a suceder unas horas más tarde, y yo volví a no entender nada. El tipo se dio cuenta y me pasó con su novia o su “secretaria” como él le llamaba. Rebecca, quien hablaba mucho más claro (gracias señor!), así que nos dijo que vayamos a su hotel en media hora.
Después de charlar y explicarnos lo que íbamos a hacer, nos dijo que arrancábamos al día siguiente.

Nuestro primer día lo empezamos con el viaje en ferry (a las cinco de la mañana). Pero no me quejaba porque ver el amanecer en las islas es mágico.
Cada mañana al llegar a la isla, íbamos a desayunar, (el segundo desayuno, porque el primero era en el ferry: nos daban café y muffins).
La cantidad de kilos que subí en esa época, oh por dios! En la isla, teníamos un desayuno buffet con miles de opciones. Luego, a eso de las 7, empezábamos a trabajar.
En nuestro primer día nos hicieron rastrillar un poco la tierra porque estaban por poner las carpetas de césped, así que había que sacar las piedras.
Después del almuerzo nos pusieron a regar. REGAR!! ¿Entienden?
Ellos nos hicieron toda la instalación de las mangueras (que obviamente por si solas no llegan a la playa o a los jardines), y nos pusimos a regar el pasto y las palmeras.
No podíamos creer que nos estaban pagando por regar el pasto mirando un mar turquesa en esa isla increíble, disfrutando del sol y pensando en lo espectacular que era la vida.
Nos quedamos regando toda la tarde y a eso de las cinco empezamos a guardar todo. Cenamos en el buffet y volvimos en el ferry, viendo esta vez, el atardecer.
El resto de nuestros compañeros eran todos australianos en los ’50. Todos muy buena onda.
Cuando volvimos a Airlie beach, Gary nos llevó a hacer el Check in en nuestro nuevo hotel. Teníamos un DEPARTAMENTO para nosotras solas con un balcón enorme espectacular con vista al mar!!
No podíamos parar de reírnos de lo que nos estaba pasando, reíamos de felicidad.
Todo era tan loco que llegaba al límite de lo absurdo.
No nos podían dar tantas cosas gratis por regar las plantas!!! Pero obviamente no nos quejábamos y disfrutábamos de los lujos que no todo backpacker tiene el privilegio de disfrutar. Si hiciste una Working Holiday vas a entender a qué me refiero.
Así pasaron los días de trabajo, nos dieron uniforme nuevo, que además, el staff de lavandería del hotel lo lavaba gratis cuando queríamos.
Las tareas que teníamos que hacer consistían en plantar plantas, regar las palmeras, regar y plantar césped. Un par de veces tuvimos que armar un cerco para que los wallabies (canguros pequeños) que había en la isla, no se coman las plantas.
A veces nos decían que dejemos la manguera en el césped por diez minutos y que cuando esté húmedo, la cambiemos de lugar. Y ese era nuestro trabajo. Era un chiste.



Y así pasaron las semanas, llenándonos de experiencias increíbles pero más que nada, llenando nuestra cuenta de dólares australianos jeje. Conociendo Airlie Beach y sus alrededores, y disfrutando de noches de pub con Laura y otros amigos que nos hicimos.
Ahí realmente me di cuenta cómo viven los australianos pueblerinos. Lo único que hacen es trabajar tomar hasta morir, dormir pocas horas y volver a trabajar. Repetir.
Es increíble como toman. No le podíamos seguir el ritmo y eso que estaban por arriba de los 50 años.
Después de un par de meses de esa vida, de incontables amaneceres y atardeceres de ensueño, de horas y horas de snorkel en la gran barrera de coral, de muchos kilos adquiridos gracias a toda la comida que nos daban, de conocer gente que me cambio la mirada de Australia, de recorrer cada centímetro de la isla y de encontrarme con un montón de canguros en su hábitat natural, decidí volver a la ciudad que tanto me había conquistado. Sydney.
Me esperaba volver a trabajar en Hospitality, esta vez en uno de los mejores bares de Australia: el Opera Bar.
Pero eso ya es otra historia.
¿Te gustaría trabajar en una isla en Australia?
Te prometo que si lo deseas con todas tus fuerzas, lo vas a lograr! Sino, relee esta historia y juzgalo por tu cuenta. Antes de ir a Australia, yo me visualicé trabajando en una isla. Me parecía una experiencia buenísima que quería vivir. No sabía si se iba a cumplir, pero varios meses después, incluso después de haberme olvidado que lo quería, apareció la oportunidad, de pura casualidad, como caída del cielo.
¿Destino? ¿Casualidad? ¿Causalidad?
No sé, pero que se cumplió, se cumplió.